El último pueblo europeo de siervos de la gleba

Cuando se conduce desde el aeropuerto de Málaga por las montañas hacia el interior, justo antes del desvío de Antequera donde las carreteras se ramifican hacia Sevilla, Córdoba y Granada, un compacto grupo de casas mira desde un altozano que se extiende a lo largo del camino. Casas blancas, hombro con hombro, conforman un asentamiento compacto, cerrado, como si guardaran una antigua historia. Me dejo llevar por mi intuición y salgo del asfalto para escuchar esa historia.

Al acercarme al pueblo por la carretera que sube, la agrupación compacta del lugar resulta aún más llamativa. Detrás del olivar joven que brilla bajo un cálido sol de enero, las fachadas blancas cortadas en línea recta figuran como un primer muro protector en un asentamiento fortificado, y a la derecha el gran bloque de edificios tras la torre blanca de la iglesia podría ser un monasterio fortificado o un castillo.

Y en efecto lo es. Al aparcar el coche en la parte izquierda del pueblo y caminar por la calle Granada entre hileras de casas blancas cerradas que conducen a la iglesia —las otras dos calles se llaman Sevilla y Málaga, como si indicaran a dónde se puede ir desde aquí—, la fachada con numerosas ventanas de un gran bloque de gruesos muros asoma gradualmente detrás de la torre encalada de la iglesia. Este gran castillo campesino, ensamblado a lo largo de los siglos, no es otro que el castillo moro de Cabeche o Qawŷ.

El castillo de Cabeche lo menciona por primera vez el historiador cordobés del siglo X Ahmad ibn Muhammad al-Razi en su Historia de los Gobernantes de al-Ándalus, conocida también como la Crónica del moro Rasis. Según ella, fue construido en el periodo temprano o edad de oro de al-Ándalus, en algún momento durante el emirato omeya.

El castillo de Qawŷ aparece también en la crónica Yannat al-Rida del granadino Muhammad Abu Yahya ibn ʿĀsim, del siglo XV, entre los castillos que los cristianos capturaron en 1410 en la frontera occidental del sultanato de Granada, pero que los musulmanes recuperaron por un tiempo en 1447. Ibn ʿĀsim describe la ubicación del castillo con bastante precisión, y coincide aproximadamente con el castillo de Cauche. No se sabe si es el mismo castillo de Cabeche mencionado por al-Razi, porque este no lo localiza exactamente, pero no se puede descartar.

Lo que sí es seguro es que el castillo, como fortaleza mora, vigiló durante siglos el camino principal de Málaga a Medina Antequera.

Pero el asentamiento tiene una historia muy anterior. Un poco al sur de la antigua fortaleza mora, aún son visibles los muros de cimentación de la ciudad de época romana de Aratispi, que los habitantes también llaman Cauche el Viejo, como si la población original de la actual Villanueva de Cauche viniera de allí. El molino del pueblo, que hoy se alza en ruinas a orillas del río Cauche, también fue construido con sus piedras talladas. Y de allí proceden igualmente tres hermosas piedras talladas con inscripciones romanas del siglo II, empotradas en la torre de la iglesia del pueblo en 1731, colocadas de tal modo que indican no solo el uso de material disponible, sino el interés anticuario de los constructores

  La piedra en la esquina SE conmemora la muerte del emperador Trajano (53–117), que nació en esta provincia, Hispania Bética. Termina: Res publica Aratispitanorum decrevit et dedicavit —ordenado y dedicado por la comunidad de Aratispi

Una lápida en el muro S con las iniciales M. Fulvio Senecioni Aratispitano —erigida a Marco Fulvio Senecio de Aratispi por sus amigos

La piedra en el muro E de la torre fue erigida en honor del emperador Adriano (76–138), que también nació en Hispania Bética: Res. P. Aratispitana D.D. —ordenado e instalado por la comunidad de Aratispi

Después de que el rey Fernando II en 1487 tomara Málaga, la plaza más meridional del sultanato de Granada, el castillo de Qawŷ, que dependía de ella, también cayó, y el rey lo mandó arrasar junto con otras pequeñas fortalezas moras. El área despoblada del castillo fue repoblada en 1509 por la cercana ciudad de Antequera con habitantes cristianos. Por ello, el nombre del pueblo fue ampliado con un «Villanueva» tan característico de estas partes de Andalucía o Extremadura que experimentaban cambios de población. Sus descendientes son los 65 habitantes de la actual Villanueva de Cauche. La tierra fue concedida a la familia noble de los Arreses, cuyo octavo descendiente, Pedro de Arreses y Aspillaga, fue elevado al rango de marqués en 1679. Construyeron la actual casa señorial sobre las ruinas de la fortaleza mora, al muro de la cual desembocan las tres calles del pueblo.

Los habitantes de las treinta y cinco casas de las tres calles fueron así siervos del marqués de Cauche durante varios siglos. Cultivaban sus tierras en régimen feudal, parte en forma de trabajos forzosos, parte en beneficio propio a cambio de un diezmo. Aún a la vuelta de este milenio los vecinos de Cauche entregaban regularmente gallinas y cosechas a la casa señorial. Habían vivido en sus casas durante generaciones pero no tenían títulos de propiedad, únicamente un documento firmado por el marqués que les permitía estar allí. De modo que las casas no podían venderse ni reconstruirse.

Hacia 2005 el nuevo heredero reorganizó la hacienda nobiliaria en una explotación moderna y ofreció a los residentes de Cauche la oportunidad de comprar la tierra que cultivaban al precio de 90 euros/m². Esto se llevó a cabo, pero los nuevos propietarios solo recibieron un contrato privado sin inscripción en el registro de la propiedad porque el Registro de Antequera no conseguía transformar las antiguas escrituras de las posesiones del marqués según las nuevas parcelas. Al fin, en 2015 se pudo resolver todo el tinglado e inscribir limpiamente la propiedad de las tierras y casas. En 2015 terminó la Edad Media en el último pueblo de siervos de Europa. 

Nada de esto ha cambiado el aspecto del pueblo. Su edificio más significativo sigue siendo la casa señorial del marqués, junto con la iglesia. Aparte solo existe una institución comunitaria en el pueblo, la «Antigua Peña», el Club Viejo, es decir, el bar. Estaba cerrado cuando ahora pasé por allí, pero según los periódicos locales que informan sobre el fin del feudalismo, allí es donde ocurre todo. No hay tienda: un camión de ultramarinos viene dos veces al día con pan, carne, pescado y otros alimentos básicos, y los sábados el supermercado móvil. «¿En qué otro pueblo te traen los productos a la puerta de casa?», dicen los vecinos con orgullo. El patrimonio edificado del pueblo está sujeto a estrictas normas de protección monumental. Aunque la Edad Media haya terminado, las tradicionales casas blancas andaluzas —preservadas hasta ahora por las restricciones del sistema señorial— deben mantenerse sin mover ni una piedra.

Villanueva de Cauche esta tarde desde el avión

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