Hablando de seres de dos colas, ya hemos citado a este león en un par ocasiones. Una hace muchos años mientras investigábamos el pedigrí de unos canes bicaudados descubiertos en Mallorca, y otra más recientemente al enumerar los dominios del león de dos colas. Ha llegado la hora de hablar de éste último por derecho propio.
El león adorna la más bella lápida del antiguo cementerio judío de Praga. En realidad no hay solo un león, sino dos, situados en los extremos contrarios del sarcófago —lo que suma cuatro colas. Desde ambos lados protegen la tumba o, más bien, presentan hacia puntos cardinales opuestos el escudo que indica el rango del difunto.
La postura de los leones y sus dobles colas son completamente inusuales en un cementerio judío. Ya hemos mencionado que el león, en las lápidas judías, suele aludir a la tribu de Judá o al linaje davídico, o bien al nombre del difunto —Yehudá, Arieh, Leb, Löw. A veces sostiene junto a otro león la corona de la Torá, símbolo de la defensa de la fe. Pero nunca presenta un escudo nobiliario —pues a un judío no le estaba permitido poseerlo— ni tiene dos colas, atributo propio del emblema de los reyes checos desde que el emperador Federico Barbarroja, en 1158, otorgara ese blasón y el título real al príncipe checo Vladislao II por su ayuda en la campaña de Milán. Y en efecto, este monumento funerario resulta tan inusual y tan excepcionalmente rico aquí, en el antiguo cementerio judío, que ya en el siglo XVIII corría la leyenda de que allí reposaba un rey judío de Polonia (!) Pero, aun si alguna vez existió un rey judío en Polonia, ésta no es en absoluto una tumba real, ni siquiera la de un hombre, sino —como leemos en los conmovedores versos funerarios traducidos por Rachel Greenblatt— la de una mujer: Hendl Bassevi, esposa de Jacob Bassevi, fallecida en 1628.
«Jacob erigió un monumento con gran amargura [Génesis 35,20]:
Y todos la lloraron con lamento:
A la muy respetada y noble señora
Que aquí está enterrada y escondida.
Se ha desvanecido su resplandor, se ha apagado su gloria.
La voz de la multitud en la ciudad fiel [dice]:
Miremos y examinemos nuestros caminos.
¿Dónde está ella, la piadosa, encarnación de la humildad?
En piedad, modestia, santidad y pureza.
Su partida [de este mundo] no fue distinta de su llegada.
Cumplía con presteza tanto el mandamiento menor como el mayor.
Y ella misma fue piedra angular.
Se apresuraba a prepararse para el rito vespertino y matutino.
Su corazón miraba fielmente a Dios
Con temor, devoción y lengua pura.
Siguiendo los preceptos y la ley según el rabino Hammuna,
A la luz del mandamiento y la claridad de la Torá
Extendió rectamente su brazo y sostuvo con firmeza su diestra.»
Jacob Bassevi – Yaʻakov Bat-Sheba, Jakob Schmiles (1570-1634) – nació en Verona y llegó a Praga siendo joven, donde en 1601 se convirtió en el Hofjude, es decir, el judío de la corte del emperador Rodolfo. Esta posición comenzaba por entonces a institucionalizarse en las cortes principescas.
Debido al auge del comercio provocado por los grandes descubrimientos geográficos y a la necesidad creciente de un ejército cada vez más caro, con más mercenarios y equipamiento, los monarcas necesitaban cada vez más efectivo. Y el efectivo solo podía prestarlo legalmente un judío, al no estar sujeto a la prohibición eclesiástica de cobrar intereses. Por ello, en muchas cortes principescas se otorgaba un mandato permanente a un influyente banquero judío para gestionar las finanzas, proveer dinero en efectivo y adquirir diversos bienes, lo cual luego se recompensaba con privilegios y oportunidades comerciales.
En la corte de Praga, el primero en obtener este título fue Mordechai Maisel (1528-1601), líder carismático de la comunidad judía local, por decisión del emperador Rodolfo. Tras su muerte, Jacob Bassevi le sucedió en el cargo, que desempeñó durante más de treinta años satisfaciendo a tres emperadores consecutivos: Rodolfo (1576-1612), Matías (1612-1619) y Fernando II (1619-1637). Este último valoró tanto sus servicios que lo distinguió con un título nobiliario, siendo el primer judío en recibirlo en el Imperio Habsburgo. Recibió el título de «von Trautenberg», y su escudo, que vemos en el mencionado dibujo a tiza del siglo XIX, estaba adornado con tres estrellas de ocho puntas (!). Esto explica por qué, en la cúspide de su gloria y riqueza, decoró la tumba de su esposa —la más distinguida del cementerio judío de Praga— con un escudo nobiliario sostenido por leones checos de dos colas.
Escudo de Jacob Bassevi von Trautenberg de su antiguo palacio en Praga (fotografía de 1896). El palacio fue demolido a comienzos del siglo XX junto con gran parte del antiguo barrio judío; el escudo pasó al museo de Praga, del que desapareció. Observemos la curiosa constelación: el escudo nobiliario está sostenido por dos leones de Judá característicos, similares a los que suelen sostener la corona de la Torá en las lápidas judías
La gloria y la riqueza, sin embargo, son efímeras, y el hombre es como la hierba. La historia recuerda a Jacob Bassevi como el más temerario financiero del Imperio Habsburgo, causante de la primera «crisis financiera mundial» moderna, en la que finalmente él mismo también cayó.
Tras la batalla de la Montaña Blanca, que consolidó el control de Fernando II sobre Bohemia, hacía falta aún más líquido del habitual para pagar a las tropas y continuar la guerra que se prolongaría en lo que luego sería la Guerra de los Treinta Años. Por ello, en 1622 alquiló por seis millones de gulden anuales el monopolio imperial de acuñación de moneda a un consorcio creado para tal fin.
Los dos miembros financieros del consorcio fueron Jacob Bassevi y el banquero holandés Hans de Witte, residente en Praga, mientras que las tres dignidades que proporcionaban apariencia de integridad y protección política eran Karl von Liechtenstein, gobernador de Bohemia; Franz von Dietrichstein, arzobispo de Moravia y comisionado imperial —constructor del castillo de Nikolsburg—; y Albrecht von Wallenstein, comandante supremo imperial. En el consorcio había también otros diez socios silenciosos, todos caballeros distinguidos que aportaban capital y no figuraban oficialmente en el contrato.
El esquema era simple: el beneficio provenía de la diferencia entre el precio de compra bajo del monopolio de la plata y el valor de las monedas de plata emitidas. Cuanto más plata compraban, mayor era la ganancia. Jacob Bassevi organizó por ello una red de adquisición muy eficaz en todo el imperio con comerciantes judíos minoristas equipados con balanzas certificadas por el estado. De estas balanzas de palanca —Wipperwaagen— proviene el nombre de la crisis financiera de la época: Kipper- und Wipperzeit —y el sobrenombre alemán para los falsificadores de moneda: Kipper und Wipper.
El consorcio, buscando maximizar las ganancias, drenó tan eficazmente la plata de todo el imperio, desde Bohemia hasta la Baja Austria y Hungría, que el precio de la plata se disparó drásticamente, amenazando la rentabilidad del negocio. Reducir la compra habría bajado el precio, pero también disminuido las ganancias. Por ello, Bassevi y Witte propusieron una tercera vía: reducir el contenido de plata de las monedas. La idea fue aceptada, y a medida que subía el precio de la plata, su proporción en las monedas disminuyó, hasta un 13% del contenido original.
Los miembros del consorcio ganaron sumas increíbles: Bassevi, 2.300.000 gulden; Witte, 18.500.000, mientras la inflación y el descontento aumentaban en todo el imperio. En los hojas volanderas divulgadas contra los «judíos falsificadores de dinero» parece verse al propio Jacob Bassevi vacilando entre la Justicia y la Avaricia, con la justicia divina ya suspendida sobre su cabeza. En el suelto «La inscripción de la buena moneda» vemos al cambista judío junto a un cómplice cristiano. El folleto «Dinero risueño y llorón» directamente lista mes a mes la depreciación monetaria desde junio de 1623, dejando los cuadros vacíos para que el lector los complete.
Mientras Karl von Liechtenstein, el gobernador absoluto de Bohemia, vivió, nadie se atrevió a desafiar al consorcio, ni siquiera el emperador, quien en tiempos de guerra valoraba por encima de todo los ingresos fijos en efectivo. Tras la muerte del príncipe Liechtenstein, cuando incluso sus propios soldados dejaron de aceptar el dinero devaluado como salario, se emitieron órdenes de arresto contra los autores intelectuales. Bassevi y de Witte se refugiaron en 1631 en el castillo de Albrecht von Wallenstein en Jičín, donde hallaron protección temporal. Sin embargo, cuando Fernando II mandó asesinar a Wallenstein, sospechoso de traición, en febrero de 1634, su recorrido también llegó al final. De Witte se suicidó, y Bassevi murió en Jungbunzlau / Mladá Boleslav mientras huía.
Su tumba aún se encuentra en el cementerio judío local.
Los judíos de la corte eran generalmente líderes de la comunidad, que aprovechaban su influencia también para fomentar el florecimiento del barrio judío. Mordechai Maisel repartió muchos privilegios y sus construcciones definieron fundamentalmente el barrio judío durante los siglos siguientes. Construyó el ayuntamiento judío, que aún se mantiene en pie, la Sinagoga Alta y la Sinagoga Maisel en la calle principal que lleva su nombre, empedró todas las calles del barrio, mandó edificar un hospital para los pobres y delimitó las actuales lindes del cementerio. Y aunque gran parte del barrio judío fue demolida a principios del siglo XX, sus fundaciones todavía hoy se mantienen.
Jacob Bassevi también fue un mecenas generoso. Sin embargo, los edificios que erigió corrieron de algún modo un destino igualmente trágico.
Su obra más importante fue la ampliación del barrio judío. Los judíos de Praga tenían prohibido vivir fuera del gueto y allí dentro el espacio se reducía cada día más. Tras la batalla de la Montaña Blanca, Bassevi compró al tesoro los terrenos situados al norte de las murallas del barrio, confiscados a los rebeldes, y los anexó al gueto.
Allí, en el llamado Gran Patio, delimitado por las calles Rabino y Gitano —que en el mapa siguiente aparece atravesado por la calle Masařská (Mészáros) por dentro de la manzana— construyó la sinagoga más grande de Praga.
El mapa muestra un detalle del plan urbanístico de 1896, con los bloques medievales a demoler señalados en amarillo y las nuevas calles trazadas en rojo. El mapa completo evidencia que casi todo el barrio judío, con sus calles serpenteantes centenarias, casas, sinagogas y su historia, fue sacrificado a la fiebre de la renovación. En su lugar se erige hoy el distrito palaciego alrededor del eje Parížská–Široká. Esa pequeña isla que hoy se muestra a los turistas como patrimonio judío —el antiguo cementerio y algunos edificios contiguos— es apenas la punta del iceberg, o más bien el extremo de un continente hundido.
En el mapa se observa que el bloque historicista número XIV se construyó exactamente en el lugar del Gran Patio creado con la ampliación del gueto y de la sinagoga del Gran Patio (Großhöfische/Velkodvorská). La sinagoga fue demolida después que el resto de los edificios, el 20 de mayo de 1906. Las pequeñas flechas negras indican la orientación o perspectiva de las fotografías que logré recopilar del estado de la sinagoga y sus alrededores antes y durante la demolición. La noticia de la expropiación y el derribo atrajo, como en otros lugares, a numerosos fotógrafos curiosos, por lo que quedó un importante archivo fotográfico que espero utilizar pronto para mostrar de manera similar el estado original de todo el barrio judío demolido de Praga.
El mapa inferior muestra la planta actual del bloque y su entorno. El bloque historicista que reemplazó al Gran Patio fue destruido durante el levantamiento de Praga, estallado inútilmente tres días antes del final de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces se han propuesto varios proyectos para su construcción, ninguno de los cuales se ha llevado a cabo. Hoy en su lugar hay una plaza sin nombre con aparcamientos, bajo la cual se encuentra el garaje subterráneo del hotel Intercontinental, de estilo brutalista.
Durante el levantamiento de mayo de 1945, el bloque del lugar donde estaba la sinagoga del Gran Patio fue destruido. En su extremo norte se encuentra hoy el hotel Intercontinental
A Jacob Bassevi también se le atribuye otro gran edificio: el palacio renacentista Bassevi, el palacio más espléndido del barrio judío, que según la literatura era tan significativo como el palacio Wallenstein en Malá Strana, todavía en pie hoy. Se encontraba aproximadamente en la intersección de las actuales calles Parížská y Kostečná, en el extremo sur del barrio judío, cuya fachada sur daba ya a la Plaza Vieja. El palacio doble aparece en el extracto del mapa con los números catastrales 73 y 74.
Los hijos de Bassevi, para saldar las deudas de su padre, se vieron obligados a vender el palacio en 1685. Durante los tres siglos siguientes pasó por muchas manos hasta que a principios del siglo XX también fue demolido. Solo se trasladó el escudo de armas de Bassevi al museo de Praga aunque, como hemos visto, también se ha perdido su rastro desde entonces.
Sin embargo, la demolición del palacio no dejó un resto completamente invisible. Más allá de algunas de las fotografías anteriores todavía hay algo que lo recuerda en la Ciudad Vieja. Si nos alejamos unas calles del río, hacia el laberinto de pequeñas callejas medievales al este de la calle Koží —que, como muestra el mapa anterior, también estaba destinado a desaparecer con la urbanización pero la guerra mundial no dejó tiempo ni dinero—,
encontramos bajo el número 37 de la calle Dlouhá (registro 729) un pequeño palacio renacentista escondido. El palacio «Al Árbol Verde» fue construido aproximadamente al mismo tiempo que la casa de Bassevi, en 1608, y las intervenciones de 1648 y 1927 apenas lo alteraron. Bajo los arcos renacentistas del pequeño patio, el tiempo se detuvo. Al atravesar el profundo arco de entrada a modo de zaguán y detenerse en el centro del patio, uno puede imaginar vívidamente cómo era la desaparecida mansión de Jacob Bassevi, el judío más poderoso que haya vivido en Praga.












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