En la carretera militar georgiana


Este es el camino que Alejandro Magno pudo haber utilizado si realmente llegó a Cólquide y si de verdad construyó las puertas de hierro para detener a los pueblos del norte, Gog y Magog. De Gog y Magog no sabemos nada con certeza pero el camino que atraviesa el desfiladero de Darial es el único paso natural a través del Cáucaso, una ruta conocida desde la Antigüedad y fortificada ya más de un siglo antes de Cristo —aunque los restos de fortificaciones que vemos hoy a lo largo de la carretera son mucho más modernos—. Y los pueblos del norte no han dejado nunca de circular por ella.


La carretera militar georgiana, construida por el ejército ruso a partir de 1799 bajo la dirección del general Yermólov, seguía, por tanto, el trazado de una vía mucho más antigua, y permitió a Rusia conquistar y anexionarse Georgia en 1801.
 

La Carretera militar georgiana. Mapa de Grigory K. Moskvich, Практический путеводитель по Кавказу (1913)
 
M. I. Lermontov, View of the Georgian military road

Al comienzo de Un héroe de nuestro tiempo, el narrador anónimo llega, después de la puesta del sol, al Paso de la Cruz. Debe entonces contratar un equipo de seis bueyes y algunos osetios en lugar de unirse a una caravana de camellos, ya que el hielo vuelve resbaladizos los caminos.

Направо был утес, налево пропасть такая, что целая деревушка осетин, живущих на дне ее, казалась гнездом ласточки; я содрогнулся, подумав, что часто здесь, в глухую ночь, по этой дороге, где две повозки не могут разъехаться, какой-нибудь курьер раз десять в год проезжает, не вылезая из своего тряского экипажа.

 

A la derecha teníamos una pared de roca y a la izquierda, un precipicio tan profundo que una aldea de osetinos enclavada abajo parecía un nido de golondrinas; me estremecí al pensar que, a menudo, unas diez veces al año, algún correo pasa en plena noche, metido en un carricoche bamboleante, por este camino donde no pueden cruzarse dos carros.




Así describía Lérmontov, en 1840, una carretera que ya había recorrido varias veces, como antes que él Griboyédov y Pushkin. En el Paso de Jvari o de la Cruz, donde el narrador y su compañero Maxim Maximich se detienen, Yermólov había erigido en 1824 una cruz de piedra roja para reemplazar la que el rey georgiano David el Constructor levantó allí en el siglo XII.

 

И точно, дорога опасная: направо висели над нашими головами груды снега, готовые, кажется, при первом порыве ветра оборваться в ущелье; узкая дорога частию была покрыта снегом, который в иных местах проваливался под ногами, в других превращался в лед от действия солнечных лучей и ночных морозов, так что с трудом мы сами пробирались; лошади падали; налево зияла глубокая расселина, где катился поток, то скрываясь под ледяной корою, то с пеною прыгая по черным камням. В два часа едва могли мы обогнуть Крестовую гору – две версты в два часа.

 

El camino era peligroso: a la derecha, suspendidas sobre nuestras cabezas había moles de nieve que parecían dispuestas a despeñarse en el desfiladero al menor soplo de aire; el sendero estaba cubierto a trechos de nieve que cedía bajo los pies y, en otros lugares, se había convertido en una lámina de hielo por efecto de los rayos del sol y de las heladas nocturnas. De modo que andábamos con dificultad y los caballos se caían. A la izquierda se abría una grieta profunda por donde galopaba un torrente, tan pronto ocultándose bajo la capa de hielo como resurgiendo, espumeante, para embestir contra las rocas negras. Apenas nos bastaron dos horas para contornear el Paso de la Cruz. ¡Dos verstas en dos horas!





La ruta cubre 208 kilómetros desde Vladikavkaz hasta Tiflis. No se completó sino hasta 1863, y desde el principio fue una carretera de dos o tres carriles, tal como la fotografió Yermakov hace más de un siglo. Ha sido continuamente ampliada y reparada, tramo por tramo. El tráfico, interrumpido entre 2006 y 2010 debido a las tensiones y posteriormente a la guerra entre Georgia y Rusia, se ha reanudado recientemente para aliviar la asfixia de Armenia. Ahora es nuevamente posible cruzar la frontera ruso-georgiana, aunque el tiempo de espera se hace eterno por las habituales dificultades administrativas. La carretera misma ha sido en gran parte reconstruida en los últimos años, con la excepción de dos puntos: el tramo que corresponde a la subida y posterior descenso del Paso de la Cruz —el Paso de Jvari—, que sigue sufriendo los efectos de la nieve y las heladas, y el tramo previo a la estación fronteriza en el desfiladero de Darial, ya que allí se ha construido recientemente una presa sobre el río Terek.


En el siglo XIX, el relevo regular de caballos era posible gracias a las posadas de postas, situadas donde hoy se ubican gasolineras —aunque de éstas sólo se encuentra una entre el Paso y la frontera rusa, ya que los locales prefieren  el combustible ruso de contrabando, mucho más barato—. Las viejas posadas que aún quedan son sin duda las mismas que Yermakov fotografió a comienzos del siglo XX.

Pero igual que antaño todavía hoy se encuentran tabernas donde tanto viajeros como lugareños pueden consumir khinkalis o pirozhki.

En la frontera rusa, junto a una central eléctrica decorada con la estrella soviética, se está construyendo una iglesia: el exterior aún está inacabado, pero en el interior un joven sacerdote ya vende recuerdos y velas.

Ya no se ven camellos, sólo vacas por todas partes, y con frecuencia también ovejas, como la noche anterior, cuando, justo antes de cruzar el Paso, el conductor de la marshrutka en la que viajábamos se detuvo al borde de la carretera gritando y luego silbando largamente en la oscuridad. Nada ni nadie respondió. Entonces reanudó la marcha desviándose de la carretera hacia un campo de grava gris donde, según  recuerdo, no había absolutamente nada. Condujo más de cien metros hasta un edificio abandonado, quizá un viejo hotel. Pero lo que veíamos a la luz de los faros no era un hotel, sino el vellón blanco, los cuernos curvos y los ojos asustados de centenares de ovejas apretadas unas contra otras. El conductor siguió gritando por la ventanilla abierta, intercalando largos silbidos y bocinazos mientras los animales no se movían en absoluto. Entonces, saliendo del vacío, se dibujó la silueta de un hombre que se acercaba. Esperaba la entrega de un paquete. Abrieron todas las puertas y bajaron todo el equipaje, bolsas y cajas de cartón hasta encontrar la deseada, y luego, adiós, media vuelta con los faros que por última vez barrieron el rebaño aún inmóvil, hipnotizado por la luz. Nos pusimos de nuevo en camino.



En la sección sur, viniendo de Tiflis, en el valle del Agvari, la carretera discurre muy por encima del río y del embalse que se extiende entre Ananauri y Mtsjeta. En la sección norte, entre Sioni y Kazbegi, la carretera avanza por el fondo del valle, en la margen derecha del Tergi —el Terek—, apenas un par de metros sobre el río. Más adelante, entre Kazbegi y Tsdo, la carretera pasa a la margen izquierda y asciende muy alto sobre un precipicio; luego desciende de nuevo y regresa a la margen derecha, hacia la garganta de Darial.



El principal problema de la carretera, aparte del cruce fronterizo, es el Paso. En ese punto, la carretera alcanza una altitud de 2.395 metros: las nieblas son frecuentes, la lluvia pule continuamente el camino —que aquí ya ha perdido todo el pavimento—, y la nieve interrumpe tenazmente el tráfico invernal. Cuando esto ocurre los camiones y automóviles deben esperar en largas filas hasta que las máquinas quitanieves despejan el paso, y luego avanzan lentamente entre desfiladeros de nieve que ocultan el precipicio que bordea la carretera.


Pero estas viejas fotografías no muestran ningún pueblo, como mucho iglesias y monasterios. Es cierto que también Pushkin describió el paisaje con cierta displicencia: «dominado por una impaciencia salvaje por llegar a Tiflis, pasé junto al Kazbek con tanta indiferencia como si estuviera a los pies del Chatyrdag. Es también cierto que el tiempo nublado y lluvioso me impidió ver su masa nevada que, en palabras de un poeta, sostiene el horizonte». Podemos confirmar igualmente que el Kazbek, en efecto, suele ocultarse.

Pero sí había pueblos en estas montañas. Pueblos de pastores que conducían sus rebaños trashumantes de un lado al otro del Cáucaso, luego colectivizados bajo distintas formas hasta el final de la URSS. Pueblos tradicionales, como en el resto del Cáucaso, compuestos de casas de piedra seca rodeadas de altos muros. Siempre estaban asentados muy por encima de los valles, y sólo en el siglo XX fueron extendiéndose a lo largo de la carretera.

Los pueblos de las laderas fueron entonces vaciándose poco a poco, abandonados por sus habitantes, mientras los del valle ganaban algo de comodidad. En Gergeti, sobre Kazbegi, muchas casas no tienen agua corriente y aún tienen una letrina en el patio trasero. Los establos están adosados a las viviendas, y el heno se acumula sobre los tejados como previsión para el invierno. Una de cada dos casas es una ruina deshabitada.

En Kazbegi, la localidad principal del distrito, a los pies del monte Kazbek, aún subsiste la agricultura y ahora hay turismo durante el verano. Sin embargo, mucha gente ha abandonado la región en el último siglo, y este fenómeno se ha acentuado desde 1991.

En Tsdo, más al norte, hasta la última primavera sólo quedaba una casa habitada por una pareja de ancianos. Este pueblo desolado, aislado en una soledad sobrecogedora, disfrutó de uno de los logros académicos más brillantes de la Unión Soviética, hasta el punto de ser llamado «el pueblo de los médicos» (mientras que Sno, aguas arriba, era «el pueblo de los matemáticos»). Uno de estos médicos es el representante recientemente elegido del distrito en el Parlamento; los otros regresan a veces durante las vacaciones. Su antigua escuela está abandonada.
 

La fortaleza de Ananuri, al sur del Paso de Jvari




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