El último viaje de doña Veruna

Alemania, al igual que Austria y Hungría, tiene su propia Curva del Danubio, señalada por monumentos característicos de la historia y cultura alemanas: al oeste, la cervecería más antigua de Europa, y al este, el Monumento a la Liberación de Kelheim. Sin embargo, en lo profundo de Weltenburg, en el muro que da al río de un monasterio franciscano, existe un tercer monumento relativamente poco conocido que conmemora una historia alemana completamente diferente. Su inscripción hebrea tiene al menos 800 años de antigüedad, pero aún es legible. Sus tristes orígenes conducen, río abajo, hasta la ciudad imperial de Ratisbona (Regensburg).

Una lápida hebrea en el muro del monasterio de Trauntal

Según la lectura de György Sajó, la inscripción hebrea dice: Tumba de doña Veruna [?], hija del dirigente de la comunidad, Moshe. Fallecida en el año 4960 [?], el segundo día del mes de Iyar, martes. Que descanse en paz en el Jardín del Edén. Me pregunto qué pinta la lápida de una mujer judía, con la inscripción en hebreo, sobre el muro de un monasterio franciscano fundado a mediados del siglo XV.

La hipótesis del año en esta lápida de once líneas es incierta debido a la grieta que la atraviesa. De ser correcta, indica el 25 de abril de 1200, que efectivamente fue martes. Esto significa que la lápida solo pudo colocarse derivadamente en el muro del monasterio, que desde luego no tuvo residentes judíos. Debido a su ubicación, la lápida tiene un pasado relativamente estudiado. Una búsqueda sencilla revela que la lápida de doña Veruna se encontraba originalmente en el cementerio judío medieval de Ratisbona. Tras la liquidación del cementerio, las lápidas se destruyeron y dispersaron, del mismo modo que los judíos fueron expulsados tras los pogromos generales del siglo XV. Según una lista de lápidas del cementerio de Ratisbona, esta del muro del monasterio de Trauntal es la segunda más antigua entre las conservadas. Aquí, a orillas del Danubio, al menos sobrevivió y no fue convertida en polvo, reutilizada como material de construcción, o sometida a un destino terrible como la lápida de Gutel, hija de David de Ratisbona, fallecida en 1336/1337 (la veremos más abajo).

La comunidad judía de Ratisbona fue una de las más antiguas y grandes del territorio alemán al norte de los Alpes. La primera mención documentada de su presencia data del año 981, pero probablemente vivían en la ciudad de forma continua desde época carolingia. A comienzos del siglo XI, también se menciona su lugar de residencia bajo el nombre Judæorum habitacula. A partir de principios del siglo XIII, el área en torno a la actual Neupfarrplatz se convirtió gradualmente en el barrio judío, una pequeña ciudad dentro de la ciudad, rodeada por los antiguos muros romanos. Recibían sus privilegios del emperador del Sacro Imperio. Estaban bajo su protección, gobernados por su propio consejo, y contaban con su propio sello con escudo: una luna creciente y una Estrella de David (o, como se llamaba entonces, un Sello de Salomón), con la inscripción חותם קהל ריגנשבורק (hotam kahal Rignsburk, «sello de la comunidad [judía] de Ratisbona»).

En Ratisbona, el consejo municipal y el poder imperial normalmente protegían a los judíos, principalmente debido a los ingresos fiscales que obtenían de ellos. Así evitó la ciudad los pogromos. Aunque todos los judíos fueron bautizados a la fuerza durante las Cruzadas, se les permitió volver a su fe original tras la intervención imperial. Cuando murió la Señora Veruna, los judíos aún vivían en relativa libertad dentro de los muros de la ciudad. Sin embargo, desde el siglo XIII quedaron confinados en el barrio judío, tuvieron que vestir prendas distintivas y no se les permitía entrar en el barrio cristiano durante las grandes festividades. Esto lo aseguraban los recios portones del barrio, supervisados por los propios judíos. Conocemos seis de estas puertas de la Baja Edad Media. Su ubicación se indica hoy mediante el trazado de las callejuelas laterales que llevaban al barrio judío. Cinco no pueden ubicarse ya, pero una todavía existe, aunque no en su forma original. Se abre desde un pasaje estrecho en la Tändlergasse 9-11. No se han encontrado rastros arqueológicos del muro.

Los judíos de Ratisbona se dedicaban al comercio, los préstamos y la orfebrería, y era considerada un comunidad bastante próspera durante la Edad Media. No es casual que en la zona del antiguo barrio judío se encontrara el segundo mayor tesoro de monedas de Baviera, probablemente oculto hacia 1387. El tesoro contenía 624 monedas de oro, la mayoría de acuñación húngara del siglo XIV. Sin embargo, hacia finales del siglo XV, la economía de Ratisbona comenzó a declinar, los ciudadanos se empobrecieron y parte de los artesanos quedaron desempleados. La intolerancia religiosa creció en paralelo y el consejo municipal se mostró cada vez más dispuesto a convertir a los judíos en chivos expiatorios y a apaciguar el descontento social confiscando sus bienes.

Ubicación del barrio judío medieval de Ratisbona, alrededor de la actual Neupfarrplatz, dentro de las murallas romanas, en su lado occidental (fuente)

Sin embargo, la ejecución de este proceso se encontró con obstáculos, ya que el emperador Maximiliano I tomó partido por los judíos, de quienes esperaba importantes ingresos fiscales pues pagaban impuestos no solo a la ciudad, sino también al gobernante, al obispo y al duque de Baviera. Aunque, eso sí, hacia finales del siglo XV con frecuencia eran incapaces de pagar unos impuestos cada vez más altos. Pero Maximiliano murió el 12 de enero de 1519, y los habitantes de Ratisbona aprovecharon de inmediato el interregno para iniciar manifestaciones antijudías. Además del descontento social, actuaban también los habituales libelos de sangre de la época, según los cuales los judíos secuestraban niños cristianos para utilizar su sangre en la Pascua.

En febrero de 1519, el consejo municipal cerró el barrio judío para evitar derramamientos de sangre, y dispusieron cañones delante de sus seis puertas. El 21 de febrero, se aprobó un decreto de expulsión. Los judíos tenían dos semanas para abandonar la ciudad. El comisario imperial Thomas Fuchs von Wallburg, cuya tarea era defender los intereses del emperador, es decir, proteger a los judíos, debió de participar también en su expulsión. Presumiblemente, por un buen dinero, avisó de antemano a los judíos más ricos, que abandonaron la ciudad con sus posesiones antes del anuncio oficial. Los judíos tuvieron que desalojar la sinagoga, de la que los objetos sagrados se trasladaron a la casa del rabino donde los propios judíos los destruyeron para que no cayeran en manos cristianas. El consejo municipal consiguió mantener el orden durante el éxodo, pero el duro clima de febrero costó la vida a dos mujeres recién paridas. Los judíos no se fueron muy lejos. Algunos se establecieron en Stadtamhof y Sallern, que eran prácticamente suburbios del norte de Ratisbona, bajo autoridad del duque de Baviera. Sin embargo, más tarde, en el siglo XVI, también fueron expulsados de allí, y algunos pasaron a Tirol o a Polonia.

Albrecht Altdorfer: La sinagoga gótica de Ratisbona (fuente)

Al salir los judíos la población local destruyó casi de inmediato la sinagoga. Uno de los grabados supervivientes del edificio fue realizado por Albrecht Altdorfer, quien según se dice participó también en la demolición. Durante las labores poco profesionales del derribo, un maestro cantero llamado Jakob Kern cayó al destruir un arco y quedó atrapado bajo los escombros. Sin embargo, lograron sacarlo ileso, cosa que los testigos se apresuraron a considerar una intervención divina. La noticia se difundió rápidamente y en poco tiempo se construyó en el lugar una iglesia de madera dedicada a la Virgen María. Muy pronto acudieron tantos peregrinos de toda Baviera que se decidió construir una gran iglesia de piedra.

Para ello, se necesitaba más espacio en el estrecho barrio de callejuelas. Así comenzó la demolición de las casas del barrio judío, que durante siglos habían sido ampliadas, unidas y superpuestas de manera laberíntica. En 1519 su número era de unas cuarenta, y albergaban a 500 judíos locales y 80 estudiantes de las escuelas talmúdicas. Pero las casas se apoyaban tanto unas en otras que la demolición de una solía implicar el derrumbe de la contigua. Según las fuentes contemporáneas, entre tres y cuatro mil personas participaron en la demolición y retirada de escombros. Incluso la administración episcopal, el clero secular y las órdenes monásticas tomaron parte en la destrucción impulsada por el fanatismo religioso. Sólo una casa judía quedó en pie, la escuela cheder, que posteriormente alojó al sacristán de la Neupfarrkirche hasta su demolición en 1857.

Das „letzte Judenhaus” en Ratisbona (fuente)

La Neupfarrplatz se ubica al suroeste de la catedral de Ratisbona. Es una plaza sorprendentemente amplia en comparación con la estructura urbana y sus callejuelas circundantes. Su centro lo domina la iglesia luterana que comenzó a construirse justo antes de la conversión de la ciudad a la Reforma. El primer ofc¡icio protestante tuvo lugar dentro de sus muros el 15 de octubre de 1542, después de que el consejo municipal adoptara la religión reformada, cediendo a los deseos de la mayoría. La construcción de la «Nueva Iglesia Parroquial» empezó en 1519, solo unos días después de la expulsión de los judíos. Pero los evangélicos no tuvieron nada que ver con esto. Originalmente iba a construirse aquí una iglesia de peregrinación católica dedicada a la Virgen María «Bella», supuestamente en el lugar de la sinagoga destruida, como si se quisiera subrayar el triunfo de los ciudadanos sobre los «infieles».

La iglesia de peregrinación, de madera, dedicada a la Virgen María, construida en el lugar del destruido barrio judío. Xilografía de Michael Ostendorfer, ca. 1520 (fuente)

En 1996, los arqueólogos excavaron las partes no edificadas de la plaza, lo que permitió reconstruir de forma aproximada la estructura del barrio judío. El descubrimiento más destacado fue que la Neupfarrkirche no se levantó en el lugar de la sinagoga, sino al este de ella. Por ello pudo crearse un espacio de memoria para ella. También se halló la mikve del barrio judío, con un pozo de 9 metros de profundidad, y la casa comunitaria judía llamada Brauthaus.

Archaeological research also identified the medieval Jewish cemetery that hosted Lady Veruna’s tomb. It lay outside the city wall to the south, next to the Peter’s Gate. This area is now north of the railway station, around the intersection of Albertstraße and Maximilianstraße. The land for the cemetery was purchased by the Jewish community around 1210, so Lady Veruna’s grave must have been one of the earliest burials. The cemetery, which was originally surrounded by a high wall, may once have contained about four to five thousand tombstones, of which only a hundred are known, either in whole or in fragmentary form. Despite the fact that most of them have illegible inscriptions, local historians still pay special attention to them. Their first census was also financed by the city council as early as the 18th century. Since then, the number of known tombstones has decreased to ca. sixty pieces. A public area also bears their memory in Regensburg, the Am Judenstein Street in the western part of the medieval city center, between the Holy Cross Dominican monastery and the Heart of Jesus parish church, with a large Jewish tombstone on its corner, illegible due to destruction by external forces. La investigación arqueológica también identificó el cementerio judío medieval donde fue enterrada la Señora Veruna. Estaba situado fuera de la muralla, al sur, junto a la Puerta de San Pedro. Hoy es la zona al norte de la estación de tren, en torno al cruce entre Albertstraße y Maximilianstraße. El terreno fue adquirido por la comunidad judía hacia 1210, así que la tumba de doña Veruna debió de ser uno de los primeros enterramientos. El cementerio, originalmente rodeado por un alto muro, pudo llegar a albergar entre cuatro y cinco mil lápidas, de las cuales solo un centenar se conocen, enteras o fragmentadas. A pesar de que la mayoría tiene inscripciones ilegibles, los historiadores locales les han prestado gran atención. Ya en el siglo XVIII, su primer censo fue financiado por el consejo municipal. Desde entonces, el número de lápidas conocidas ha quedado en unas sesenta. Una zona pública también las recuerda en Ratisbona: la calle Am Judenstein, en la parte occidental del casco medieval, entre el monasterio dominico de la Santa Cruz y la iglesia parroquial del Sagrado Corazón, con una gran lápida en su esquina, ilegible por la destrucción.

Lápida judía. Am Judenstein, Ratisbona

En 1519, los ciudadanos de Ratisbona demolieron también el muro del cementerio y se llevaron las lápidas, principalmente como material de construcción, aunque varias fueron empotradas en fachadas como trofeos, una señal de victoria sobre los judíos. En el solar del cementerio se erigió un Calvario con tres cruces. Se dice que la mayoría de las lápidas fueron usadas en la construcción de la Neupfarrkirche junto con los escombros procedentes del barrio judío. Muchas lápidas pueden seguir ocultas en los muros o bajo el enlucido de las casas del siglo XVI. Algunas probablemente llegaron, a través de los peregrinos, a lugares más alejados de Baviera y Austria Superior.

Este procedimiento puede considerarse generalizado durante los pogromos que arrasaron las ciudades alemanas en los siglos XV y XVI. La ciudad de Erfurt, por ejemplo, expulsó a sus judíos en 1453 y las lápidas de su cementerio fueron utilizadas también como pavimento y material de construcción. Y el proyecto «Medieval Hebrew Inscriptions: a European Database» de la Universidad Centroeuropea señala que la gran mayoría de las aproximadamente 5.000 inscripciones hebreas medievales conocidas son lápidas judías reutilizadas. Este método se repetiría de forma inquietante durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las lápidas de muchos cementerios judíos en la Polonia ocupada por los nazis fueron usadas para pavimentar carreteras.

Entre todas, el destino más terrible quizá fue el de la lápida de Gutel, hija de David: un agujero la habilitó como asiento de letrina en la mazmorra del Ayuntamiento Viejo.

El triste destino de la lápida de Gutel, hija de David (fuente)

Las cenizas de doña Veruna fueron dispersadas pero su lápida emprendió un último viaje desde Ratisbona hasta Kelheim «gracias» a la colección de trofeos de los monjes franciscanos de Trauntal. Así pudo sobrevivir y hasta hoy observa el flujo y reflujo de la corriente del Danubio. Y su memoria quedó preservada por una posteridad que fue algo más tolerante en Baviera.


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