Suerte

Anochece delante de la Staatsbibliothek. Llevo sobre los hombros dos grandes bolsas repletas de libros prestados. Miro mi móvil para ver qué autobús llega primero. Oigo una voz tímida detrás de mí:

—¿Quiere una manzana?
 

Me doy la vuelta y el aspecto de quien habla se corresponde con su voz: alguien probablemente sin hogar, de figura pequeña, tímida, de rostro delgado, me ofrece una hermosa manzana roja y amarilla. No quiero privarle de esa belleza.

—No, gracias.

—¿Y no tendrá usted un euro para mí? —me pregunta en un alemán elegante.


Rebusco en los bolsillos. Odio llevar monedas; suelo intentar deshacerme de ellas lo antes posible, pero por suerte encuentro una de dos euros. Mientras busco, me cuenta que le gustan mucho las manzanas, pero que el otro día casi se ahogó con una, se le quedó atragantada en la garganta y apenas pudo expulsarla. Mientras habla, veo que solo le queda un diente, como en los dibujos animados. Es difícil comer manzanas tranquilamente así. Me da las gracias por la moneda y me ofrece la manzana de nuevo. Vuelvo a rechazarla, aunque más tarde pienso que quizá habría sido mejor para él que la aceptara.


—Entonces déjeme darle otra cosa —dice.

Empieza a revolver en una infinita cantidad de bolsillos. No encuentra nada. Vuelve a removerlos todos. Conozco bien esta situación, tengo exactamente el mismo número de bolsillos. Al cabo de un rato le digo:

—Está bien, no se preocupe. La próxima vez. 
—Casi añado inshallah, ya que este año he trabajado mucho tiempo como guía en países musulmanes.


Empiezo a dirigirme hacia el metro. Tras unos doscientos metros, oigo su voz apagada detrás de mí:

¡Hallo, guter Mensch!
 

Me vuelvo; me alcanza. Extiende el puño cerrado.

—Aquí está. Lo he encontrado. No sé si es de oro o no. Tal vez traiga suerte, tal vez no.


Lo vierte en mi mano. Le doy las gracias, einen schönen Abend noch. 
Me quedo solo mirando el regalo a la luz de una farola.
 


Add comment