Hagia Sophia through the back door

En julio de 2020, el presidente turco Erdoğan restituyó por decreto el estatus de mezquita a la catedral de Santa Sofía, que había sido transformada en mezquita en 1453, tras la conquista de Constantinopla, y luego en museo en 1934 por decisión de Atatürk. Esta decisión, con la que Erdoğan quiso favorecer a su base de votantes conservadores e ilustrar su propio poder autoritario, provocó protestas en todo el mundo. El carácter público del museo lo convertía en una especie de puente entre culturas y religiones, y su accesibilidad no confesional simbolizaba que no formaba parte solo del Islam, sino del patrimonio del mundo, un tesoro cultural común de la humanidad. La sharía, por supuesto, no reconoce tales categorías. Pero ¿qué ocurrirá con los hermosos mosaicos bizantinos redescubiertos después de 1934 y hechos visibles públicamente, que son obviamente incompatibles con una mezquita activa, ya que por eso mismo fueron blanqueados en 1453? ¿Y cómo podrían cientos de miles de turistas visitar un lugar de culto que sirve para la oración? Erdoğan desestimó estos problemas: «Como todas nuestras mezquitas, las puertas de Santa Sofía estarán ampliamente abiertas para locales y extranjeros, musulmanes y no musulmanes», declaró. Esa promesa ha demostrado desde entonces ser mentira.

En el momento de tomar tal decisión estas cuestiones no eran relevantes porque el país seguía cerrado a los turistas debido al Covid. Cuando volvió a ser posible viajar en 2021, visité la catedral con curiosidad. El cambio había sido grande. Se podía acceder al edificio sin billete, pero solo a la planta baja. La galería con la mayoría de los mosaicos estaba cerrada a los visitantes. Mucha gente rezaba en la mezquita. Los magníficos mosaicos que deberían ser visibles desde allí —la imagen de la Madre de Dios con el Niño Jesús en la bóveda del ábside, sobre el actual mihrab, y el arcángel Gabriel a su izquierda— estaban cubiertos con unas lonas tensadas.

El mosaico del ábside de Santa Sofía en 2019 (arriba) y en 2021 (abajo)

Antes de nuestro viaje de ahora a Estambul, se difundió la noticia de que la galería había sido abierta. Visitamos de nuevo la catedral con curiosidad. El resultado, dicho amablemente, es mediocre. Solo los ciudadanos turcos pueden entrar a la planta baja —hasta aquí la promesa de Erdoğan—. La entrada a la galería está en la parte trasera de la iglesia, por el lado que da al Palacio de Topkapı. Es un túnel improvisado con tornos electrónicos. La taquilla está frente al túnel, con una larga cola para un billete de 25€ (más caro que la entrada occidental más cara que conozco, la del Museo Vaticano). Supuestamente se pueden comprar entradas por Internet, pero según los guardias locales no es remondable porque el torno electrónico a menudo no reconoce el código del billete. En tales casos, la entrada se anula y hay que comprar una nueva haciendo otra vez la cola.

Más tarde compruebo que la compra de entradas on-line es virtual en el sentido estricto de la palabra. En algunos de los apartados obligatorios y superpuestos de la pésima página web es sencillamente imposible introducir los datos. Por lo tanto, la cola es la única manera de conseguir  entrada.

Cuando uno por fin está dentro, una escalera de caracol lleva directamente a la galería. Tiene una superficie suavemente inclinada y estriada. Evidentemente fue utilizada para subir materiales de construcción hace mil quinientos años.

Podrás recorrer la galería y verlo todo: los mosaicos que representan a los emperadores y sus esposas, el hermoso mosaico de la Deesis, las imágenes de los tres padres de la Iglesia en el muro de la galería norte que da al interior, las runas vikingas grabadas en el mármol de la galería sur por los guardias aburridos.

Cristo Pantocrátor, con la emperatriz Zoe y su tercer marido, Constantino IX Monómaco, a cada lado. Realizado entre 1028 y 1042. El mosaico representaba originalmente a su primer marido, Romano Argyros. Solo se sustituyó la cabeza en 1042 por la de su tercer esposo

La Madre de Dios, flanqueada por el emperador Juan Comneno y su esposa Irene (la húngara Piroska, hija de San Ladislao, rey de Hungría). A la derecha, en el muro de giro, el heredero al trono, Alejo, muerto prematuramente. Realizado entre 1118 y 1143

Deesis, es decir, la súplica de la Madre de Dios y san Juan Bautista a Cristo Pantocrátor. El mosaico fue realizado en 1261, tras la reconquista de Constantinopla a los cruzados. El título de Juan, «ὁ πρόδρομος», el precursor, está traducido como «pionero» en la inscripción explicativa

También podrás mirar hacia abajo, a la planta baja, y ver cómo los ciudadanos turcos —la mayoría de ellos turistas como tú, nadie está rezando, de modo que la segregación es más discriminatoria que religiosa— caminan por la mezquita. Pero no podrás bajar.

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Y algunas imágenes de 2021, cuando los extranjeros también podían admirar la iglesia desde la planta baja:

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Esta es una pérdida especialmente grande para nosotros, los húngaros. A ambos lados del mihrab están los dos grandes candelabros de bronce que el rey Matías mandó fabricar en Buda en estilo renacentista italiano, y que el sultán Solimán tomó de la iglesia de Nuestra Señora del Castillo de Buda tras el saqueo de la ciudad en 1526, junto con la biblioteca, la colección de armas, las estatuas de bronce y la biblioteca del palacio de Matías, así como los tesoros de las iglesias de Buda y Pest. Hasta ahora se podían admirar de cerca, e incluso un cartel proclamaba que procedían de Buda. Ahora, vistos desde la galería, son casi indistinguibles entre el revestimiento de objetos rituales. Como si los hubieran robado por segunda vez. En esta ocasión a toda la humanidad.

Los candelabros a ambos lados del mihrab en 2021

Al mismo tiempo que Santa Sofía, el mayor tesoro del arte bizantino, la iglesia de Chora, también fue reclasificada de museo a mezquita, pese a que sus mosaicos habían sido restaurados recientemente tras muchos años de trabajo. También fue cerrada de inmediato y desde entonces se oye ruido de obras en su interior. Se rumorea que también la abrirán dentro de uno o dos meses. Pero allí todos los mosaicos se encuentran en el espacio cultual de la mezquita. Me pregunto qué desastre surgirá allí de la combinación de violencia, estupidez e hipocresía que ya hemos sufrido en Santa Sofía.


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