
Sin embargo, he mencionado a los turcos de forma negativa tantas veces en relación con otras minorías étnicas —armenios, griegos, asirios cristianos y kurdos— que ahora me veo en la obligación de contar esta historia para contrapesar esa imagen. Se non è vero, al menos es cierto que han compuesto una bella historia, y que tanta gente la adopta, la retransmite y la comenta positivamente, que la consideran tan importante como para pensar que al menos hubo un turco y un griego que se ayudaron mutuamente de este modo. Como si esto compensara en cierta medida las atrocidades cometidas por sus compatriotas. Aunque, a primera vista, el verdadero héroe de la historia es el griego. Pero, a segunda vista, el turco también es un héroe, pues se atreve a enfrentarse al verdadero agente de los genocidios, el oficial militar. Ojalá muchos turcos sencillos hubieran hecho lo mismo.
Cito la historia de Arkeoloji Tarihi (Arqueología e Historia), una de sus apariciones más tempranas (mediados de junio) y más comentadas, aunque, por descontado, no tiene por qué ser esta la fuente original.

«1895. Un oficial militar turco entra en el café del puerto de Eminönü y dice: “Maestro Yusuf, un café para todos excepto para ese griego de allí.”
Yusuf el Sabio sirve el café a todos. También coloca una taza delante del griego Stelios. El oficial grita: “¿No dije que no voy a pagárselo a él?”
Yusuf el Sabio no pierde la compostura. “Capitán, su café lo pago yo. Él también se merece uno.”
Stelios mira agradecido a Yusuf.

Pasan los años. En 1905 estalla una sublevación griega en la isla de Samos. Las tropas del pachá Damat Ferid desembarcan en la isla. Entre los soldados está el mismo Yusuf, quien cae prisionero en el primer choque. Pasa dos años en la prisión de Samos. Después de eso, los griegos comercian con los prisioneros en el mercado de esclavos. Cuando llega el turno de Yusuf, se oye una voz fuerte:
“¡Cinco kurus por el turco! ¡Lo pago ahora mismo!”
Nadie puja más. El griego sube a Yusuf a un carro, salen de la ciudad. En la orilla del mar detiene los caballos, se vuelve hacia Yusuf y le dice:
“Yusuf el Sabio, eres libre.”
“Señor”, pregunta Yusuf asombrado, “¿quién es usted? ¿Por qué me libera?”
El griego comienza desde lejos, desde el puerto de Eminönü doce años antes. Describe aquel día con detalle. “Soy Stelios, el pescador que ese día se ganó un café.”
Ambos tienen lágrimas en los ojos. Yusuf regresa ilegalmente a Estambul. Su amistad dura treinta y cinco años. Se visitan cada año. En cada visita, otra taza de café. Sus hijos y nietos también continúan la tradición.




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