El antiguo barrio judío de Córdoba se organiza alrededor de palacios renacentistas con patios interiores porticados, que hasta 1492 pertenecieron a acaudaladas familias judías de comerciantes, y después a aristócratas castellanos. Escribiré sobre él pronto. Ahora sólo quiero escribir sobre aquel otro en el que encontramos todavía judíos incluso quinientos años después de su expulsión en 1492. Y no sólo judíos, sino una ciudad judía entera. O quizá dos.
El palacio del siglo XVI del marqués de Motilla —de ellos es también el Almodóvar del siglo X, el castillo español mejor conservado, donde se rodaron muchas escenas de Juego de Tronos— es hoy un centro juvenil católico. Su puerta está invitadoramente abierta en las semanas previas a la Navidad, cuando en su patio se expone un Belén.
Montar un belén o pesebre es un acontecimiento propio del Mediterráneo, sobre todo en España e Italia, con parroquias y comunidades compitiendo por crear un Nacimiento más vivo y conmovedor. Pero aquí es como si de verdad hubieran querido crear un modelo del Belén antiguo, a lo largo de todo el patio.
La maqueta de la ciudad comienza en la única puerta de Belén, rodeada de las típicas casas de barro del Oriente Medio. Al fondo, unos soldados romanos (eunt domus!) están justo promulgando el decreto del censo del emperador Augusto. En primer plano, los primeros expatriados de Belén ya regresan a casa y negocian alojamiento en la posada. El conejo del huerto se siente completamente seguro, ya que su carne no es kosher. A la derecha, la casita con la mujer saliendo en contrapposto con el cubo probablemente lleno y con el carro de leña, parece sacada de una película neorrealista italiana.
Vemos el interior de una carpintería, con el carpintero aserrando airadamente, y su hijito sentado en el suelo, mirándole con reverencia. Por supuesto, en Belén tenía que haber algunos talleres de carpintería. Pero si nos desplazamos un poquito a la derecha veremos además a la joven esposa sentada en la habitación del fondo. Demasiadas pistas como para no reconocer a la Sagrada Familia. Sin embargo, entonces ya estamos unos años más tarde y en otra ciudad, Nazaret.
Que ese Nazaret está de hecho ya presente en Belén, lo confirma la escena siguiente, en la que el ángel saluda a la misma joven en su habitación de Nazaret. La paloma del Espíritu Santo acaba de posarse sobre el tejado.
Y justo al lado, otra aparición angélica: la anunciación a los pastores, que están a punto de dirigir sus rebaños hacia la ciudad. Pero los camellos de los tres reyes ya han llegado, y están arrodillándose para ofrecer las alforjas llenas de regalos.
Y mientras tanto, la vida continúa sin detenerse entre las casas de la ciudad: se celebra una feria, se venden alfombras, ollas y verduras, lavan y pescan en el arroyo. “Cuando los ancianos venerables, esperando con fervor / El nacimiento milagroso, siempre debe haber / Otros que no tenían especial deseo de que ocurriera…”
Y finalmente la cámara, como en una toma panorámica, regresa a su punto de partida, la puerta de la ciudad. Pero entretanto ha pasado el tiempo. La pareja que acababa de entrar por la puerta y había tenido un bebé, ahora abandona la ciudad y el país, rumbo a Egipto. Aquí la historia escapa del tablero de arena y sigue leyéndose en los frescos etíopes.






















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