Manifestación en Ereván


Al entrar en Ereván y cuando el minibús va a girar hacia la avenida Martiros Saryan, un coche de policía nos corta el paso. Nos obligan a dar un gran rodeo hasta el hotel.
  «¿Qué ha pasado aquí?», le pregunto al recepcionista.
  «Una manifestación. Acabó hace diez minutos».
  «¿Por qué protestan?»
 «Bueno…», intenta empezar por algo que resulte comprensible al visitante occidental. «Contra el gobierno. Sueldos bajos, estas cosas».
 «¿Contra el gobierno de Pashinián? ¿Porque perdieron la guerra?», Voy directamente al grano.
 «Exactamente», dice aliviado al ver que no está hablando con un marciano.

Al día siguiente, cuando volvemos hacia el centro desde el Matenadaran, el instituto de manuscritos, toda la avenida principal vuelve a estar bloqueada por un atasco. Se oyen los sonidos inconfundibles de una manifestación. Seguimos a pie. La intersección de las avenidas Mashtots y Sayat Nova está bloqueada por una masa de tiendas de campaña y banderas, con grupos de «cuervos negros» bebiendo o agachados, excitados, bajo letreros con los nombres de diversos lugares de procedencia. En círculo alrededor de ellos, una multitud de policías y antidisturbios toma café, con los vehículos orientados hacia el cruce.
  «¿Qué ocurre?», le pregunto a uno de los policías.
  «Por desgracia no podemos hacer declaraciones, señor», me sonríe amablemente.

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Un poco más allá del cruce nos sentamos bajo unos árboles viejos en el jardín de un bar. La camarera es una armenia de Múrmansk. Hay pueblos que pueden estar en todas partes. El año pasado estuve en Vyborg, todavía plagado de cicatrices de la Guerra de Invierno de 1940, donde tres restaurantes armenios se alineaban en la misma calle.
  «¿Qué está pasando?», señalo hacia el cruce.
  «Una revolución», declara simplemente.
 «¿Contra el gobierno? Pero ellos también llegaron al poder mediante una revolución», le recuerdo el día 8 de mayo, hace cuatro años, cuando esperábamos en el jardín del monasterio de Noravank a que el Partido Republicano poscomunista, dirigido por Serzh Sargsyan, aceptase la victoria electoral de la revolución armenia liderada por Nikol Pashinián. Los visitantes armenios se agrupaban alrededor de radios portátiles y, cuando se anunció la noticia, todos vitorearon y aplaudieron. Un joven sacerdote se acercó a nosotros, preguntó de dónde veníamos y luego nos condujo al templo y nos bendijo a todos con motivo del gran acontecimiento.

  «Sí», dice la chica, «pero han muerto tantos jóvenes en la guerra. Ahora son sus familiares quienes se concentran allí», señala hacia la manifestación que resuena con bellas canciones patrióticas armenias.
  «Pero no los mató Pashinián, sino los turcos», intento introducir un poco de racionalidad.
  «Sí, pero él los mandó al frente».

La victoria lo justifica todo, la derrota lo pone todo en cuestión. Si Pashinián hubiera ganado en Karabaj, todos los sacrificios habrían merecido la pena, mientras que, al perder, se ha convertido en un carnicero de la juventud. Pensar en blanco y negro, con un solo bit, no es propiedad exclusiva del electorado húngaro ni del español.

El gobierno de Pashinián está ahora en un agujero. Su política liberal proeuropea de independencia ha provocado el resentimiento de la dirigencia rusa, mientras que el país solo puede existir con apoyo ruso, atrapado en la tenaza de Turquía y Azerbaiyán. En 2021, los rusos contemplaron impasibles cómo Azerbaiyán reconquistaba casi la mitad de Karabaj y de los territorios circundantes, y esto fue un serio mensaje disciplinario. La clase dirigente rusa espera ahora claramente —y sin duda lo fomenta— que el pueblo armenio traiga de vuelta al gobierno proruso que fue sustituido hace cuatro años. Y la población armenia parece entender el mensaje. Durante la guerra actual en Ucrania no se ve ninguna bandera ucraniana, mientras que sí aparecen de cuando en cuando banderas rusas e inscripciones prorrusas. Esto contrasta fuertemente con la vecina Georgia que, pese a su gobierno prorruso, está llena de banderas ucranianas, inscripciones y señales de apoyo a los ucranianos.

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