
Ya hemos visto la invasión de cocodrilos que sufrió la Europa medieval y cómo los nativos, a falta de una idea mejor, los llamaban dragones. Sin embargo, estos animales amantes del calor no aspiraban a subir más al norte de las regiones mediterráneas y centroeuropeas. El Báltico, pues, fue invadido por dragones de verdad. Pero mientras los cocodrilos dejaban con regularidad sus dientes, huesos y sobre todo sus pieles en los lugares adonde llegaban, nada de los dragones bálticos ha sobrevivido.
Es cierto que, una y otra vez, aparecen charlatanes con esqueletos de dragón intactos.



Pero tenemos la obligación de denunciar su absurdo fraude. Sabemos perfectamente que el dragón no tiene esqueleto. Se mantiene unido por el fuego interior y cuando este se extingue, el dragón se desvanece sin dejar rastro. Así que no encontrar un esqueleto de dragón en un lugar, es una clara indicación de la antigua presencia de dragones.
Pero también sabemos si hubo dragones en algún sitio por la multitud de representaciones locales de la época en que se los veía. Del mismo modo que los científicos naturales reconstruyen la fauna de la costa atlántica de hace cincuenta mil años a partir de las representaciones de animales en los dibujos rupestres, así podemos reconstruir la dragonografía de la Tallin medieval —entonces conocida como Reval— a partir de las representaciones que han llegado hasta nosotros.
La representación de un dragón más antigua que se conserva en Reval está en un relieve románico hallado en 1934, cuando se demolió la casa medieval del número 11 de la calle Viru. Hoy se encuentra en el
claustro del antiguo monasterio dominico. La casa era del siglo XV, pero la talla ya se había reutilizado como piedra de construcción, así que debió de exhibir su diseño original en una casa mucho más antigua. Probablemente era un parteluz de doble ventana, de modo que los dragones allí esculpidos eran visibles tanto desde la derecha como desde la izquierda: con una cabeza a un lado, y con tres cabezas y una cola con otra cabeza al otro.

De las fauces de los dragones brota un árbol de la vida en forma de vid frondosa y cargada de racimos. Esto, junto con el hecho de que miraban hacia el exterior desde el parteluz, protegiendo así la casa, sugiere la función guardiana y proveedora de riquezas de los dragones primitivos. El cronista hamburgués del siglo XI, Adán de Bremen, que navegó por el Báltico en naves de príncipes vikingos, menciona en su Gesta que los paganos de los Aesti mantenían serpientes como animales apotropaicos en sus hogares, y ofrecían sacrificios —a veces humanos— a unas serpientes aladas para la seguridad y prosperidad de la tribu.

Sin embargo, el estilo de la talla es típico del arte normando del siglo XII, al igual que esta talla normanda siciliana que representa animales pastando alrededor de un árbol de la vida en el Museo de Agrigento.

El parteluz con el dragón también tiene una pareja, que muestra un solitario árbol de la vida. Cuando fue descubierto en 1934, llegó a ser ampliamente conocido como el relieve más antiguo de Tallin, y también inspiró la
puerta de hierro forjado Art Decó de una casa medieval al comienzo de la calle Vene.



La segunda representación de dragón más antigua conocida también está asociada al monasterio dominico. La puerta de la iglesia de Santa Catalina, del siglo XIII, está adornada con un friso de dragones a la derecha y un friso muy desgastado a la izquierda, donde solo la figura de un perro corriendo ha quedado intacta.






Para interpretar esta representación debemos saber que los dominicos llegaron a Reval formando parte de las llamadas «cruzadas del Norte». A finales del siglo XII, los pueblos bálticos eran aún en gran parte paganos, pero vivían a lo largo de importantes rutas comerciales que conducían al principado de Nóvgorod, y por tanto prometían grandes riquezas. Los mercaderes y caballeros de las ciudades alemanas del norte solicitaron bulas papales llamando a una cruzada, y a comienzos del siglo XIII fueron conquistando gradualmente el Báltico. Los pueblos locales fueron bautizados, y entre ellos se establecieron parroquias y monasterios para reforzarlos en la nueva religión. En Reval, la orden monástica más importante fueron los dominicos, enviados en 1246 por la reina danesa Margarita Sambiria, quien les donó una gran propiedad en la ciudad baja de Reval.
Claustro del monasterio medieval. A la izquierda, en el lugar del refectorio medieval, el muro de la iglesia católica de principios del siglo XIX
La tarea local más importante que se impusieron los dominicos, como Ordo Praedicatorum, la orden de los predicadores, fue la conversión de los paganos estonios. Los dos frisos de la puerta pueden ser una indicación de ello. Vistos litúrgicamente, desde el lado del santuario —es decir, desde el punto de vista del Cristo invisible—, el friso izquierdo (negativo) muestra las «serpientes aladas» veneradas por los paganos, mientras que el derecho (positivo) muestra a los perros que corren contra ellas, los Domini canes, los perros del Señor, como preferían representarse los dominicani, los dominicos perseguidores de herejes.
En siglos posteriores —cuando el paganismo no era más que un recuerdo—, los dominicos fueron considerados los sacerdotes de la gente sencilla, los mercaderes y artesanos de la ciudad baja de Reval, frente al cabildo catedralicio del distrito fortificado de Toompea con sus nobles y su orden de caballería, los Hermanos Livonios de la Espada. También entraron en conflicto por el hecho de que los dominicos rompieron varias veces los privilegios del cabildo al abrir una escuela para los niños de la ciudad baja. Como contrapeso a los Hermanos de la Espada, su iglesia albergaba su propia compañía mercantil armada, la Hermandad de los Cabezas Negras, formada por comerciantes solteros que imitaban a los caballeros organizando torneos caballerescos y mantenían su propio altar en la iglesia de Santa Catalina.
Su casa de hermandad del siglo XIV aún permanece cerca de la plaza mayor y sus fachadas están decoradas con relieves, especialmente con imágenes orgullosas de jóvenes mercaderes vestidos con armadura caballeresca.
La Hermandad de los Cabezas Negras recibió el nombre de su santo patrón, san Mauricio, el comandante de piel oscura de la Legión de Tebas del siglo III, quien, junto con toda su legión cristiana, fue martirizado bajo el emperador Maximiano en el lugar donde hoy se alza la abadía suiza de Saint-Maurice. Según su tradición, la hermandad nació durante el alzamiento de los estonios paganos entre 1343 y 1345, que fue sofocado por los mercaderes alemanes fundadores. Su retablo de alas del siglo XV, dedicado a la Virgen María, se cuenta entre los pocos retablos medievales que sobrevivieron a la iconoclasia protestante. Hoy se expone en la iglesia de San Nicolás, convertida en museo.
Retablo de la Santa Virgen de los Cabezas Negras. Del Maestro de la Leyenda de Santa Lucía de Brujas, antes de 1493. Alas cerradas: la Anunciación
Primer estado abierto del retablo: la llamada Doble Intercesión. Cristo sacrificado en la cruz, y la Virgen detrás, interceden ante el Padre por los miembros de la Hermandad de los Cabezas Negras.
Segundo estado abierto del retablo: la Virgen con Jesús, san Jorge y san Víctor, y en las alas laterales, san Francisco de Asís y santa Gertrudis de Nivelles.
En 1525, los dominicos fueron expulsados por el consejo municipal luterano. Su iglesia fue entregada a los Undeutsch, es decir, la comunidad luterana de habla estonia, y su monasterio se convirtió en una escuela. Ambos ardieron en 1531 y desde entonces permanecen en ruinas. Ocasionalmente se organizan conciertos en lo que queda de la iglesia, mientras que el claustro del monasterio es un museo. En 1799, el gobernador zarista de la ciudad, el negro Abraham Hannibal —bisabuelo de Pushkin— autorizó la construcción de una iglesia católica para sus soldados católicos —polacos y lituanos— en el lugar del antiguo refectorio, diseñada por el famoso arquitecto de San Petersburgo, Carlo Rossi. Esta es hoy el centro católico de Tallin. Junto al muro lateral superviviente de la iglesia de Santa Catalina discurre el callejón de Catalina, la calle más romántica de Tallin, llena de tiendecitas y cafés.


Con el debilitamiento de la posición de la Iglesia católica, los dragones de Tallin se trasladaron a un entorno civil.
Su primer escondite fue la Gran Gremial, el lugar de reunión de los gremios de mercaderes y artesanos de Reval, hoy Museo Histórico de Estonia, en la calle Pikk —esto es, «larga»—, en el lado opuesto a la Casa de los Cabezas Negras, construida entre 1407 y 1417. Después de casarse, un Cabeza Negra recibía la ciudadanía, y desde entonces se reunía en la Gran Gremial en lugar de hacerlo en la casa de los maestros solteros. El gran salón del edificio está dividido, de forma poco usual, por una única hilera de columnas en dos naves de anchura desigual, y sus capiteles están decorados con los dragones bípedos y de cola retorcida que hemos conocido en la puerta de la iglesia de Santa Catalina.






Otro lugar predilecto para esconder dragones eran los canalones, cuya función les permitía aparecer abiertamente ante la gente de la calle, mientras que el agua de lluvia que corría por sus cuerpos refrescaba agradablemente su fogosa complexión. Los canalones en forma de dragón probablemente ya existían a finales de la Edad Media, pero el estaño es un metal de fácil deterioro. Los canalones de dragón
más antiguos que han sobrevivido —dos, incluso— están en la fachada del ayuntamiento. Por ellos, el calderero Daniel Pöppel recibió un pago en 1629. Además, encontramos un tercer dragón bajo las arcadas del ayuntamiento, que ya no sirve como canalón, sino como letrero de la taberna III DRAAKON, «El Tercer Dragón».






Uno de los últimos ejemplares de dragones de Tallin puede encontrarse en la calle Pikk, junto a la Casa de los Cabezas Negras. La hermosa casa Art Nouveau de estilo egiptizante fue diseñada en 1909 por el arquitecto germano-báltico Jacques Rosenbaum para el mercader Reinhold Reichmann. Las imágenes muestran bien la difícil situación de los dragones al comienzo del siglo de las luces y la razón. En la planta baja del edificio sigue funcionando la galería DRAAKON.




Un año antes, Rosenbaum ya había diseñado una casa para el lado opuesto de la calle, también por encargo de Reinhold Reichmann. Es un representante de una variante lúdica, art nouveauesca, del Neorrenacimiento, y por ello está decorada con los delfines predilectos del Renacimiento, en lugar de dragones. En esta casa, el dragón está en el interior. Es la Embajada de Rusia.









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