Lamproba: faroles para los muertos en Svaneti

Está oscuro. Está oscuro hasta bien entrada la mañana y vuelve a oscurecer a primeras horas de la tarde. La única fuente de luz es la nieve que se ha ido acumulando a lo largo de los meses, mientras que los pocos objetos que aún tienen ganas de competir con la nieve brillan en negro: cercas, lápidas, algunos animales que regresan a casa. Todos los colores han huido, solo quedan dos: el blanco de la muerte y el negro de la vida.

En el momento final de esta blancura y ennegrecimiento del mundo, se encienden las ramas de abedul de la Lamproba, la fiesta de los faroles de Svaneti. Es la noche del 14 de febrero, cuando el invierno de más de cuatro meses se ha prolongado ya demasiado para los vivos e incluso más para los muertos. El pueblo se reúne para la misa de medianoche en la iglesia, se enciende una hoguera ante la puerta y después del oficio cada uno prenderá en ella su ramita de abedul para depositarla sobre la tumba de sus queridos difuntos.

Anna Kacheishvili viaja desde la lejana capital a Svaneti por la fiesta de Lamproba desde 2015. En el invierno del noveno año, publicó un álbum de fotografías y organizó una exposición de sus imágenes en el jardín del Museo de Svaneti. Las cuadrículas de hierro de estilo Mies van der Rohe de los soportes intentan desesperadamente proyectar cierto orden sobre unas imágenes que hablan de un sistema completamente distinto; místico, podríamos decir. Su cualidad ultramundana queda también subrayada por el contrapunto de la naturaleza primaveral que entretanto ya ha brotado alrededor de las fotos. La exposición se titula Gilgamesh, sobre el hombre que intentó llevar luz a su querido amigo en el inframundo. No logró traerlo de vuelta, pero aprendió de él qué cosa es la muerte.

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