Avanzamos penosamente en las afueras de la ciudad de Garzê. ¿Qué demonios causa un atasco en una ciudad tan pequeña, cuyas amplias calles desembocan inmediatamente en la carretera nacional Shanghái-Lhasa? En un punto, el tráfico se detiene por completo. Aparecen jinetes a la vista, muchos, ocupando todo el ancho de la calle. «Nómadas», dice el conductor del autobús. «Es una boda». Nos bajamos del autobús, empezamos a fotografiar a los jinetes, que también han desmontado frente al centro comunitario local y pasean orgullosamente a sus caballos ricamente enjaezados de arriba abajo ante la admiración de la gente. Llegan también algunos coches decorados con flores, y sus pasajeros entran en la casa.
Entre el 30 y el 40% de la población del Tíbet histórico son pastores nómadas de yaks. En las provincias orientales que han sido anexionadas por China desde 1720, es decir, en Kham (hoy parte de Sichuán) y Amdo (ahora provincia de Qinghai), donde estamos ahora, este porcentaje es mucho mayor, en parte porque la proporción de nómadas ha sido tradicionalmente más alta, y en parte porque en la «oficial» Región Autónoma del Tíbet las autoridades intentan asentarlos por la fuerza en urbanizaciones, que son más fáciles de controlar. En Kham, muchos nómadas tienen direcciones en la ciudad, pero de abril a octubre viven todos en tiendas en el altiplano.
Luego, como por arte de birlibirloque, coches y caballos se esfuman. Vamos a volver a subir al autobús, pero aparece ahora frente a nosotros una multitud que avanza a pie, encabezada por enormes figuras con turbantes. Una joven con una alta pantalla roja en la cabeza destaca entre ellos. «Ahora traen a la novia», señala el conductor del autobús. Nos bajamos otra vez. Esta vez empiezo a filmar, y las fotos las toma Zoli Asztalos, que se infiltra en todas partes.
La procesión entra en el patio. Hasta ahora he estado filmando desde detrás de la fila de espectadores, pero ahora, entre corteses disculpas chinas, me abro paso entre ellos y me deslizo dentro. La procesión, encabezada por tres chamanes que llevan máscaras solares, rodea el soporte de la rueda de oración que hay en medio del patio. Luego, cuando comienzan a subir las escaleras hacia la sala principal, empieza a caer una lluvia de confeti. En la sala principal arranca el baile, se ofrece comida. Nos invitan a quedarnos, pero aún nos queda un largo camino hasta Dergê.









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