Mejor montar asno que me lleve, que caballo que me tire. Exposición sobre el asno en la Colección Egipcia de Berlín

Hacia 1417, el ex-fraile mallorquín Anselm Turmeda escribió La disputa de l’ase (La disputa del asno), en la que un asno y un monje debaten sobre si los seres humanos son superiores a los animales. El monje gana el argumento afirmando que Dios eligió encarnarse como ser humano, no como animal.

A pesar del piadoso argumento, la obra fue puesta en el Índice de la Inquisición española en 1583, otra muestra de la proverbial falta de buen humor de aquellos censores. Pero el propio fray Anselm, hombre de mentalidad sin duda compleja, les había puesto las cosas fáciles ya que unos años antes había marchado a Túnez para convertirse al islam con el nombre de ʿAbdallāh at-Tarjumān, o ʿAbdallāh el Intérprete (el islam, por su parte, tampoco se manifiesta muy partidario de la historia de la encarnación).

Sin embargo, el asno podría haber replicado que, aunque Dios no haya tomado su imagen, al menos en Sus imágenes más gloriosas de Su hacerse hombre, en el nacimiento de Cristo y en Su entrada en Jerusalén, siempre está presente uno de los de su especie.

La exposición actual Einfach unentbehrlich. Der Esel in der antiken Welt (Simplemente indispensable. El asno en el mundo antiguo), revela además que el asno estuvo también presente cuando el hombre se convirtió en hombre. O al menos cuando se fundó la civilización. En Egipto, el asno fue domesticado ya en el IV milenio a. C. (para comparar: el caballo, solo dos mil años más tarde, mientras el camello, tres mil años después). Paciente, persistente y sin pretensiones como animal de carga, se lo consideraba el único medio de transporte terrestre de la época. Desde el asno solitario con el que el campesino llevaba el grano a trillar, hasta las caravanas de asnos compuestas de cientos de animales con que los comerciantes transportaban los productos de lujo de Egipto a Mesopotamia a través de la península del Sinaí, y traían de vuelta los minerales raros de las montañas afganas —podría decirse que la ruta del comercio mundial corría sobre los lomos de los asnos—, se los utilizaba y representaba en innumerables lugares.

Tal vez la representación más antigua del asno, del período predinástico, IV milenio a. C.
 

Una representación igualmente temprana, en una paleta de cosméticos de alrededor de 3200-3000 a. C.

Una gran escena de cosecha en una tumba de Saqqara, ca. 2400 a. C.

No pondrás bozal al asno mientras trilla

Un asno feliz en una escena de campo, ca. 1220 a. C

Extraña carga: crías de gacela en una caja a lomos de un asno

El asno es un animal tranquilo, paciente y fiable. A menudo se lo utilizaba junto a carros tirados por caballos o en caravanas de caballos, porque ejercía un efecto calmante sobre estos. Al mismo tiempo, son muy autónomos, o, como dicen sus dueños, tozudos. Aunque se les incite no se meten en situaciones que no comprenden plenamente. Por eso tienen tan mala prensa. En las pinturas egipcias, que representan fielmente los detalles cotidianos, vemos a personas intentando persuadir a los asnos con un palo, pero también —mucho más eficazmente— acariciándoles la barbilla o las orejas, o poniéndole delante a su cría.

«Un asno no es más testarudo que un caballo. Simplemente te da más tiempo para pensar en lo que hiciste mal.»

Esta dualidad también es evidente en su uso simbólico. El dios Seth, el asesino de Osiris, es representado a menudo con cabeza de asno, ya que su morada —el desierto y la sabana, que también son hogar de los onagros o asnos salvajes— amenaza y al mismo tiempo protege el fértil valle del Nilo. Algunos guardianes y espíritus protectores del Más Allá también tienen cabeza de asno. Y dado que el Sol es llevado de vuelta al Este por un asno, a menudo lo representaban en el envés plano de los amuletos solares en forma de escarabajo..

El dios Seth, el segundo por la izquierda, en un techo astronómico tebano de alrededor de 1280 a. C.

Horus, the vengeful son of Osiris, depicted as a falcon, attack Seth, depicted in the form of a donkey. 332-313 BC

Horus, el hijo vengador de Osiris, representado como un halcón, ataca a Seth, representado en forma de asno. 332-313 a. C.

Uno de los juicios del Libro de los Muertos es el encuentro con el Devorador de Asnos

Una fórmula de maldición común contra los saqueadores de tumbas en Egipto es: «que un asno se folle a tu mujer». A veces esto también se representaba en forma plástica..

En Mesopotamia, el asno se utilizaba a veces del mismo modo que los judíos empleaban al chivo expiatorio, sobre el cual cargaban los pecados del pueblo y lo expulsaban al desierto. El «asno expiatorio» también llevaba lejos las enfermedades y males que afligían a la comunidad. Esto se representa en un tipo muy extendido de tallas, en las cuales el demonio de la fiebre, Lamaštu, es llevado lejos por un asno en un barco.

La mala prensa del asno empeoró realmente en época romana, cuando, olvidando sus cualidades simbólicas positivas, se centraron principalmente en su terquedad, considerada estupidez. Lo vemos en el Asno de oro de Apuleyo, y en la estatuilla egipcia de época romana que cierra esta exposición, donde un orador aparece representado con cabeza de asno, referencia evidente a sus capacidades intelectuales.

La imagen del asno como uno de los compañeros más antiguos, leales y humildes del hombre pasará a ser cosa del pasado, junto con el arte egipcio. Es una suerte que el guardián del pasado, el museo, nos recuerde su imagen con esta inmensidad de objetos que de otro modo no podríamos ver por no estar en la exposición permanente

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