Domingo de Pascua en Cerdeña

Cada año regresamos a Oliena para el Domingo de Pascua, la fiesta de s’incontru, el encuentro, cuando las estatuas de Cristo resucitado y de María, portadas por hombres y mujeres sardos, se encuentran sobre la alfombra de lavanda de la plaza mayor, y Cristo se inclina ante su madre. La ceremonia es la misma cada año, y sin embargo siempre es nueva. Los rostros son distintos, los niños tienen un año más, los trajes del año anterior pasan a nuevos pequeños, otros muchachos se reúnen para cantar canciones populares sardas a cuatro voces, el joven acordeonista que el año pasado dirigía el baile vestido de chica ahora lleva traje de chico… Y aun lo que permanece igual parece nuevo tras un año: reviven la tradición centenaria con plena entrega, con los trajes y ceremonias tradicionales pero como una parte de sus vidas cotidianas; no como cebo turístico, sino como una celebración para ellos mismos, para afirmar su propia identidad.

Había llovido intensamente en Cerdeña los días anteriores, y esta mañana aún lloviznaba, así que no es de extrañar que a las nueve de la mañana apenas haya gente en la plaza mayor, normalmente abarrotada. Solo los descendientes de los bandidos ya están disparando sus rifles frente a la iglesia, el hijo mayor de cada clan con el antiguo pedernal.

Vamos a la iglesia de la Santa Cruz, en las afueras del casco antiguo, de donde partirá la procesión con la estatua de Cristo. Por ahora la iglesia está vacía aunque ya han cubierto el suelo de lavanda, y unas pocas mujeres esperan entrando y saliendo. Al poco llega la procesión desde la iglesia franciscana, donde el cuerpo de Cristo pasó el día anterior y dos noches tras el descendimiento de la cruz la tarde del Viernes Santo. La estatua es portada al interior de la iglesia. Los asistentes, charlando y ofreciendo dulces, esperan a que suene las campanadas de las diez, cuando la procesión partirá hacia la plaza mayor.

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Al son de las campanas alzan la estatua. Los abanderados de las cofradías se ordenan detrás y la procesión sale por la puerta de la iglesia. Avanzan despacio, deteniéndose cautelosamente en cada esquina, esperando noticias de cómo progresa la otra procesión con la estatua de María

La plaza mayor ya está llena. Todos, con sus trajes tradicionales, se colocan en dos filas a ambos lados del camino, oloroso de lavanda, esperando que entren las dos procesiones y que los dos protagonistas se encuentren. Cuando los portadores de las estatuas se atisban desde las dos calles que desembocan en la plaza, las procesiones avanzan resueltas, y la estatua de Cristo se inclina ante su madre: los hombres sardos con el Cristo ante las mujeres sardas con la Virgen, en medio del ensordecedor estruendo de los disparos de los bandidos.

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Luego las dos procesiones, a las que ya se han unido los espectadores, marchan por la calle principal hasta la iglesia parroquial donde será la misa de Pascua.

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Solo una parte de los participantes entra en el templo. La mayoría se queda en la calle, donde todos los bares están abiertos y funcionando a pleno rendimiento. Se agrupan, conversan y beben, y algunos muchachos ensayan canciones sardas a cuatro voces. Realmente no es un espectáculo para el público: también esto forma parte de la identidad local, renovada cada año.

Acabada la misa salen los asistentes. Los acordeonistas afinan en medio de la plaza y enseguida empieza la danza en círculo. Todo el pueblo baila, sin distinción de traje tradicional o cotidiano. Este año aparece en la plaza otro tipo de atuendo nacional: los pintorescos vestidos de cuatro jóvenes mujeres de Dubái que parecen trajes nacionales musulmanes. Aplauden y saludan alegremente desde el público, pero no se unen al baile. En las pausas oigo a familias locales acercárseles e invitarlas a almorzar en un inglés rudimentario.

Este es el joven (?) acordeonista que tocó el año pasado vestido de chica

Y ahora el clímax del baile: ocurre cuando los habitantes del pueblo bailan no al son del acordeón, sino de un coro sardo a cuatro voces, como hicieron durante siglos, antes de la llegada del primer acordeón. Es difícil no compartir la solemnidad y la hondura histórica del momento. Al final aplaudimos largamente a los cantantes.

Even in the day of Easter Sunday and s’incontru, in Italy the greatest sacrament is the Sunday family lunch. Being late for it is a bigger sin than being late for church. So after the choir, most of the spectators start to leave. The Dubai girls are herded home by an elderly couple dressed in traditional costume. We also head down to the beach of Cala Gonone, to eat fish at the cave of the sea cows. También el Domingo de Pascua y de s’incontru, como cada domingo, en Italia el sacramento más grande es el almuerzo familiar. Llegar tarde es mayor pecado que no haber ido a misa. Así que, tras el coro, la mayoría de los espectadores empieza a marchar. Las muchachas de Dubái al final van a casa de una pareja mayor ataviada de forma tradicional. Nosotros nos encaminamos a la playa de Cala Gonone, a comer un pescado en la cueva de las vacas marinas.

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