Resurrección

A las diez de la mañana salgo con el grupo para visitar el barrio cristiano de Mardin. Ya desde lejos veo que un caballo engalanado espera con su cuidador kurdo en la esquina de la calle de la iglesia católica armenia de Surp Hovsep (San José). Y esto auncia un gran acontecimiento, pues los caballos solían aparecer en ocasiones así, para que el niño pequeño vestido para la ocasión o la novia ataviada para la sesión de fotos de boda, pudieran posar con ellos —o incluso sobre ellos— a cambio de algún dinero. Pero ¿qué acontecimiento habrá aquí a las diez de la mañana de un domingo? En la calle lateral que desciende no hay otro edificio que Surp Hovsep, y esta ha estado cerrada durante décadas. Es verdad que en los últimos años ha habido aquí una importante restauración y me preguntaba en qué se transformaría la iglesia. Miro calle abajo y veo que hay hombres vestidos para de fiesta esperando alrededor de la puerta de la iglesia, y luego familias que suben y se dirigen a la puerta. ¡Entonces está abierta! Echo a correr para comprobarlo.

En efecto, lo está y las familias entran. Hago el intento de entrar pero los hombres trajeados de la puerta me dicen que está cerrada. «¿Y ellos?», señalo a la gente que entra. «Para ellos está abierta.» «Ya, y cuándo estará abierta para los demás?» «En otro momento.» «¿Cuándo exactamente?» «Dentro de dos semanas». Es un hombre parco en palabras. Otro, más atrás y hasta entonces silencioso, directamente quiere disuadirme. Miro hacia allí y veo un rostro conocido junto a él. «¡Edip!», grito con alegría. Es el custodio de la iglesia siria ortodoxa, con quien hablé mucho tras las visitas del año pasado. «¡Thomas!», dice alzando también la voz. Nos damos la mano. «Dejadle pasar, es un buen amigo», se dirige a los hombres trajeados. «Estoy con un grupo pequeño, ocho personas. ¿Pueden entrar también?», pregunto. «Claro», dice Edip, y los hombres trajeados nos dejan entrar amablemente.

«¿Qué sucede aquí?», le pregunto a Edip ya en el patio. «La iglesia armenia ha sido restaurada. Hoy se consagra.» «¿Hay tantos armenios en Mardin?», señalo la iglesia casi llena, donde sigue entrando gente. «No. Pero han venido todos los cristianos, es una fiesta para todos nosotros.» Y, en efecto, ahora entran por la puerta rostros familiares, el párroco de la iglesia siria ortodoxa y el metropolitano sirio ortodoxo vestidos con ornamentos festivos; nosotros entramos detrás.

La ceremonia de consagración ha empezado. El obispo armenio y el coro están en la parte trasera, bajo el coro alto. El texto de la consagración y los cantos son en armenio, pero a veces oigo también turco mezclado.

Avanzo hacia el altar, donde un sacerdote armenio ya prepara la celebración que tendrá lugar, con los sacerdotes sirios están sentados en los bancos laterales como invitados. Tras una breve espera, la consagración acaba en la parte trasera y los sacerdotes con el coro, encabezados por el obispo, avanzan hacia el frente. Da inicio la liturgia, en armenio, con cantos armenios.

Mis pantalones kurdos anchos y mi camisa negra con una cita caligráfica de Hafez llaman la atención de uno de los jóvenes porteros, que me pregunta: «¿Sois cristianos?» «Sí», respondo, «húngaros, de Budapest». Se relaja con una sonrisa tranquilizadora.

La iglesia de Surp Hovsep fue construida en 1894 por la comunidad católica armenia de Mardin. La mayoría de los armenios pertenecen a la Iglesia Apostólica Armenia independiente, que es monofisita, por lo que está separada no solo de los católicos, sino también de los ortodoxos. Sin embargo, por diversas razones históricas, una rama de la iglesia aceptó al Papa como su líder, conservando al mismo tiempo su propia liturgia armenia y lengua eclesiástica. La sede del metropolitano católico armenio en Turquía y Siria está precisamente en Mardin. La recientemente visitada Iglesia Roja, que ahora figura entre los siete monumentos más amenazados de Europa, era la catedral de esta rama. Y su iglesia parroquial es también de Surp Hovsep. Después del genocidio armenio de 1915, la iglesia fue utilizada como cuartel y luego como orfanato. Más tarde —según una de mis fuentes, en 1949—, la comunidad armenia la recuperó pero permaneció cerrada durante décadas debido a la emigración de los armenios supervivientes y a la falta de recursos económicos. Por eso la reconsolidación de hoy es una gran fiesta, ya que la primera iglesia armenia reconstruida en Turquía después del Genocidio data de 2015, y desde entonces quizá solo se hayan restaurado una o dos más.

«¿Cuántos armenios hay en la ciudad?», pregunto al joven portero. «Quizá seamos seis o siete familias», responde. Ojalá que el renacimiento de esta iglesia signifique también la supervivencia de la comunidad.


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