Según la tradición popular, San Antonio es el protector de los animales domésticos, pero también protege a las personas de la fiebre alta, erupciones cutáneas y, en la Edad Media, del ergotismo, una enfermedad que podía ser mortal y por eso se la llamaba también fuego de San Antonio. Esta enfermedad era causada por un hongo en los cereales llamado “anyarozs”, que la orden monástica de los antonitas, fundada en honor al santo, trataba de controlar produciendo y repartiendo semillas libres de hongos entre los campesinos. Los monjes, como era costumbre, recibían a cambio pequeños cerditos con cascabeles, que podían pastar donde quisieran y que el día de San Antonio, 17 de enero, se asaban y repartían entre los pobres.
En la celebración de San Antonio en Sa Pobla, Mallorca, junto con la bendición de los animales, las hogueras, la asada de cerditos y el banquete comunitario, también aparecen los diablos, que representan diversos animales salvajes mientras San Antonio vive como ermitaño en el desierto.
Lo atacaban con sus garras y cuernos sin piedad. Pero cuando Nuestro Señor Jesús vino en su ayuda, apareció de repente una luz milagrosa, y los diablos huyeron todos (Códice de Debrecen, 1519)
Llegamos al pueblo por la noche. En los cruces de caminos hay enormes montones de leña. Delante de la iglesia ya arde el fuego y la banda de bomberos acaba de terminar su actuación festiva. Las figuras gigantes y monstruosas del desfile esperan todavía en la puerta. Comienza la ceremonia; el sermón y las largas canciones de muchas estrofas alaban todas las virtudes de San Antonio. La lectura trata de la columna de fuego que guiaba al pueblo por el desierto.
Después de la ceremonia, la columna de fuego se enciende afuera y guía a la gente hacia el ayuntamiento en la plaza principal. También aparecen los diablos, con tambores, matracas y antorchas. En la plaza, los cantores del pueblo, acompañados por la ximbomba (una especie de gaita de jarra), recitan por turnos la interminable canción de la tentación de San Antonio, que comienza así: “San Antonio y el diablo empezaron a jugar a las cartas. El diablo puso treinta, pero San Antonio puso treinta y uno.”
San Antonio y los diablos (4'35")
Mientras tanto, los diablos forman un círculo, crujen y gruñen sobre zancos, amenazando a San Antonio en el centro. Poco a poco se unen otros monstruos y figuras grotescas: el payaso, el boticario, el turco, el moro.
De repente, se desata el caos. El ayuntamiento ruge y salen llamas de las chimeneas. Los demonios se enfurecen con todas sus fuerzas, desquitándose por no haber podido con San Antonio este año.
Cuando se disipa el humo, la multitud comienza a dispersarse, cada uno hacia su propia hoguera. En cada cruce, un vecindario o grupo de amigos asan su cena compartida. Los apartamentos y garajes se convierten en locales improvisados: donde se cuelga una bandera roja larga con cruz azul, los visitantes son bienvenidos. Los cantores en el escenario de la plaza siguen interpretando la canción de San Antonio durante horas, la historia toma giros absurdamente profanos, entrelazándose con relatos de maridos cornudos del pueblo. El canto amplificado resuena por todo el pueblo y junto a las hogueras se improvisan nuevas variantes locales. Los equipos de demonios humillados recorren las calles con tambores y gritos, ofreciendo un último concierto furioso antes de ir a cenar. Al amanecer, mientras regresamos en coche del pueblo, sorteamos cuidadosamente los cruces en llamas hasta llegar a la carretera hacia Palma.




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