Cuando se habla de fotografías soviéticas de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de nosotros piensa probablemente en las imágenes icónicas de Yevgueni Khaldei, incluso aunque no recordemos el nombre del fotógrafo, ya que desde 1948, cuando fue apartado, sus fotografías se han publicado una y otra vez sin firma. La gente de Moscú en la calle escuchando el anuncio de la guerra; los renos con los bombarderos (retocados) volando sobre ellos; el soldado (con dos relojes en los brazos) clavando la bandera de la victoria en el Reichstag; las soldaderas rusas regulando el tráfico con una sonrisa en los cruces de carreteras en ruinas provistos de señales en cirílico; la pareja judía con la estrella amarilla en una calle de Budapest; los trofeos alemanes en el desfile de Moscú de junio de 1945.
Desde luego, muchos profesionales y aficionados tomaron fotografías durante la guerra, en ambos lados del frente. Sin embargo, esas imágenes, una vez perdida su actualidad, quedaron en su mayoría en el olvido. Solo en las últimas décadas han vuelto a salir a la luz en masa desde legados y herencias, arrojando una luz nueva e inesperada sobre una historia que había quedado congelada en imágenes icónicas dentro de la memoria colectiva. Ya hemos escrito sobre ejemplos de este tipo procedentes de fotógrafos alemanes y húngaros. Y hace unos días apareció un legado similar en la antigua Unión Soviética, donde cabría haber pensado que todos los vestigios de la guerra ya se habían hecho públicos.
El fotógrafo ucraniano Arthur Bondar ha pasado años documentando a la generación de veteranos ucranianos y rusos. Conocía todos los álbumes y publicaciones de fotografía bélica. Por eso se sorprendió cuando este agosto le ofrecieron en venta a través de Facebook el legado de un fotoperiodista profesional de guerra, Valeri Faminski. Bondar nunca había oído hablar de Faminski.
«Al revisar los negativos, comprendí qué historia tan única tenía entre las manos, una historia que nadie había visto antes. La mayoría de las fotografías soviéticas de guerra más conocidas se hicieron con fines propagandísticos, para glorificar las victorias del Ejército Rojo, y a menudo estaban escenificadas. Las fotos de Faminski muestran el precio de la guerra medido en víctimas, y la vida de la gente común a ambos lados del frente».
La familia pidió un precio elevado por la colección cuidadosamente catalogada. Antes habían intentado venderla a colecciones públicas, pero estas solo podían aceptarla gratuitamente: en Rusia no existe un presupuesto estatal para enriquecer los museos públicos. Afortunadamente, Bondar disponía justo del dinero suficiente gracias al gran éxito del año anterior de Тени звезды Полынь (La sombra de la estrella de ajenjo), su álbum fotográfico sobre Chernóbil. «Comencé de inmediato a escanear los negativos», escribe en su artículo de anteayer, «y cuanto más material escaneaba, más valoraba a este testigo único de nuestra historia».
Valeri Faminski dictó su biografía de dos páginas a sus hijos poco antes de su muerte. Nació en 1914 en Moscú. Ambos padres combatieron en el Ejército Rojo desde 1918 hasta el final de la guerra. Trabajó en un estudio fotográfico desde la adolescencia y más tarde se convirtió en fotógrafo del Museo Médico Militar del Ejército Rojo en Moscú. En 1941 fue enviado al frente bielorruso para documentar la atención hospitalaria de los soldados heridos. Después recorrió Crimea, Polonia y Alemania, y finalmente Berlín. Las fotografías que Arthur Bondar ha escaneado hasta ahora muestran principalmente hospitales y soldados heridos. Pero no solo eso: también familias alemanas en huida, prisioneros de guerra exhaustos, ciudades destruidas, civiles luchando por la supervivencia cotidiana. Un sufrimiento indecible y sus víctimas a ambos lados, sin ningún pathos impostado ni propaganda.
Bondar estaba en parte equivocado. Faminski no es completamente desconocido. Al parecer siete de sus fotografías ya habían sido publicadas, pues pueden encontrarse en el sitio Военный альбом (Álbum de guerra), dedicado a las fotografías de la Segunda Guerra Mundial, y tres de ellas incluso coinciden con las ya escaneadas por Bondar. Sin embargo, solo las tres decenas de imágenes publicadas hasta ahora muestran cuán distinta era la visión que transmitía de la guerra, de «los muchachos» y del enemigo respecto de lo que la época esperaba, y esto explica por qué no conocemos más fotografías suyas. Esperamos que, gracias a la cortesía de Arthur Bondar, podamos conocer muchas más.








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