Los pequeños animales negros salvajes son los emblemas del desierto. La imaginación medieval no consideraba el desierto egipcio como una tierra deshabitada, sino como un lugar árido pero habitado, poblado por diferentes animales salvajes, como los cuervos que, por orden del Señor, alimentaron a San Antonio Abad y San Pablo con pan, las ciervas que alimentaron a otros ermitaños con leche, los leones de cuyas patas los ermitaños misericordiosos extrajeron espinas
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